23/05/2010

"A linguagem é, assim, o espelho do espírito,
num sentido profundo e significativo.
Ela é um produto da inteligência humana,
uma criação renovada em cada indivíduo
através de operações que ultrapassam
o alcance da vontade ou da consciência"

Noam Chomsky
(Sobre a capacidade cognitiva. In: Reflexões sobre a linguagem)
El elefante encadenado

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.

Me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente:

¿Qué lo mantiene entonces?  ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:

- Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él.

Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree --pobre-- que NO PUEDE.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.

Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

Moraleja:
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad, condicionados por el recuerdo de "no puedo”. Tu única manera de saber, es intentar de nuevo, poniendo en el intento todo tu corazón.


La competencia sociolingüística relacionada con los americanismos: análisis de manuales de E/LE

Esta comunicación tiene por objetivo analizar la forma de presentación de los americanismos en los manuales de español como lengua extranjera (E/LE), destinados a estudiantes brasileños. Según Andión Herrero (1997), dos grandes grupos de manuales pueden ser considerados y analizados con relación a la forma como tratan los americanismos. Los primeros, los presentan de manera indiscriminada y aleatoria, y los segundos intentan mostrarlos de acuerdo con los contenidos de las unidades, de forma planificada. Queremos discutir también la importancia de las competencias comunicativa y sociolingüística relacionada con el uso de los americanismos, por aprendices brasileños de E/LE, a partir del análisis del manual Español (Básico 1, 2001).

Existen muchas razones que justifican hacer un estudio más elaborado sobre los americanismos y la manera como se presentan en los manuales de E/LE, especialmente si consideramos el hecho de aprender español en Brasil. Inicialmente, queremos destacar la importancia del vocabulario en el aprendizaje de una LE. Los autores Giovannini et alii. (1996, p. 45), por ejemplo, afirman que el vocabulario "es el elemento fundamental en la comprensión del texto y también en su producción. Por lo tanto, en la didáctica de una lengua, ha de ocupar un espacio importante, que ha de ser programado, organizado y secuenciado".

Al desplazarse de su lugar de origen, toda lengua sufre una serie de cambios y adaptaciones para adecuarse a la nueva situación y expresar la nueva realidad. Cuando hablamos en español americano, estamos refiriéndonos a una compleja realidad lingüística basada en aspectos históricos, geográficos y socioculturales, pues se trata de un conjunto de variedades del español que son habladas en un extenso ámbito - el continente americano - y que sufrió procesos históricos comunes. El principal, sin duda, fue el desplazamiento y el contacto dialectal entre los propios hispanoamericanos, debido a la necesidad que sentían de adaptar su habla a las condiciones de vida en el Nuevo Mundo, tan distintas de las de origen, hecho que marca la identidad lingüística americana.

Morínigo (1996, p.35) define americanismo como un "vocablo o giro propio y privativo de los americanos que hablan español, o de contenido semántico distinto al del español europeo". Proponemos, a partir de la reflexión que hemos llevado a cabo en esta investigación, que americanismo es un vocablo específico de la variante americana del español, que por tener diversos orígenes y matices, expresa y caracteriza la realidad sociolingüística y sociocultural de esa variante. Este autor propone también la siguiente clasificación para los americanismos: a) voces indígenas que se han incorporado al español general o regional. Por ejemplo, palabras como: tabaco, cigarro, maíz, chocolate, etc.; b) las palabras que se han creado, inventado o derivado de otras españolas en América como: churrasco, chumbera, hornero, etc.; c) los vocablos españoles que tienen en América acepciones diferentes de las peninsulares, ejemplos: lagarto, jabalí, estancia, etc.; d) arcaísmos, marinerismos y regionalismos de origen hispánico, que hoy se desconocen en la lengua peninsular general, ejemplos: durazno, pollera, recordar (despertar), etc. y los cultismos (latinismos y helenismos), anglicismos y africanismos que hoy forman parte del léxico americano común.

Fue a partir del desarrollo del concepto de competencia comunicativa que el estudio de vocabulario pasó a asumir un papel de relieve en la enseñanza/aprendizaje de lenguas. Canale (1995) propone el concepto de competencia comunicativa considerando además de la competencia lingüística, la discursiva, estratégica y sociolingüística. Almeida Filho (2002, p. 47-48) presenta dos definiciones importantes para la enseñanza comunicativa:

La primera es la de que la enseñanza comunicativa de LE es aquella que organiza las experiencias de aprender en términos de actividades/tareas de real interés y/o necesidad del alumno para que él se capacite para usar la lengua-meta para realizar acciones de verdad en la interacción con otros hablantes-usuarios de esa lengua. La segunda es la de que la enseñanza comunicativa no toma las formas de la lengua descritas en las gramáticas como el modelo suficiente para organizar las experiencias de aprender otra lengua sino aquél que toma unidades de acción hechas con el lenguaje como organizatorias de las muestras auténticas de lengua-meta que se irá ofrecer al alumno-aprendiz.

De acuerdo con Zanón (1989), el enfoque comunicativo se caracteriza por: considerar la competencia comunicativa como el objetivo central del processo de enseñanza/aprendizaje; la interacción entre los aprendices como el objetivo de las prácticas didácticas; el énfasis en las estrategias de negociación de significados visando el desarrollo de la interacción y, finalmente, la busca por la integración de las cuatro destrezas de forma conjunta y armónica. Lo más importante, sin embargo, es que todos esos propósitos del enfoque comunicativo ocurra de forma integrada.

Widdowson (1991) intenta aplicar el concepto de competencia comunicativa a la didáctica de las lenguas, proponiendo un enfoque integrado para la enseñanza de las cuatro destrezas. Afirma que si estamos realmente interesados en un enfoque de enseñanza de lengua que desarrolle la habilidad de comunicación, hace falta aceptar el compromiso de investigar todo el complejo asunto de la comunicación y las consecuencias prácticas de adoptarla como objetivo de enseñanza. Aunque el enfoque comunicativo haya resaltado el estudio del vocabulario, es necesario reconocer que su enseñanza no es una tarea fácil. Al contrario, exige mucha habilidad y conocimiento por parte del profesor, principalmente si consideramos las especificidades de los americanismos. No podemos enseñarlos a partir de listas descontextualizadas y sin estrategias didácticas y actividades comunicativas que faciliten su comprensión. También debemos tener criterios para hacer la selección, uno de los cuales debe ser el pragmático, es decir, el de uso real por los hablantes nativos, observándose los diversos niveles sociolingüísticos: culto, coloquial, vulgar, familiar, popular, entre otros.

El análisis de los americanismos en los manuales de E/LE destinados a brasileños se debe al hecho de que, como afirma Carvalho (1987, p.745), "es en torno de un manual que se desarrolla la mayor parte de las actividades en clase, travestido que fue de mediador a finalidad: la escuela/profesor enseñanza el manual y no por él". Según Richards y Rodgers (1998), los materiales didácticos de carácter funcional-comunicativo deben priorizar una serie de factores tales como: propiciar el trabajo con las habilidades comunicativas de interpretación, expresión y negociación en la lengua-meta; centrarse más en los intercambios de información comprensibles, relevantes e interesantes que en la presentación de la gramática y, aun, incluir diferentes tipos de textos y de recursos didácticos para que los alumnos puedan utilizarlos en el desarrollo de las competencias a través de diversas actividades.

La competencia sociolingüística se propone a explicar cómo las expresiones se producen y son entendidas adecuadamente en los diferentes contextos sociolingüísticos considerando los factores contextuales tales como: la situación de los participantes, los propósitos de la interacción y las normas y convenciones de esa interacción. De acuerdo con Canale (1995), existen aspectos específicos de las lenguas y culturas que deben tratarse más detalladamente en clase de lengua extranjera para que puedan promover la comunicación de forma eficiente. Y, sin duda, el uso de los americanismos, en la variante americana del español, es uno de estos aspectos.

Andión Herrero (1997) clasifica como del primer grupo aquellos manuales que presentan los americanismos de manera aleatoria e indiscriminada, más bien como curiosidad cultural, principalmente después de que haya sido tratado un texto o hecha alguna referencia a Hispanoamérica. En el segundo, están los manuales que tratan de sistematizar - con mayor o menor éxito - la inclusión de los americanismos en el cuerpo de las unidades, intentando tratar el tema de forma más contextualizada, demostrando así una mayor planificación en la sistematización de ese vocabulario.

Los ejemplos que hemos seleccionado para ilustrar este trabajo son del manual Español, básico 1 (2001). La autora es Adja Balbino de Amorim Barbieri Durão y colaboración de María Cibele González Pellizzari Alonso. El director de la obra, Francisco Moreno Fernández, en la presentanción (Español Básico1) explica que se trata de una colección destinada a brasileños, en la cual se observó la relación de proximidad entre las lenguas portuguesa y española. Resalta, también, que los temas tratados y los contenidos tienen, como referencia constante, las características, las necesidades y el entorno de Brasil. Otra consideración hecha por el director es la de que la distribución de los contenidos se basa en las directrices del Plan Curricular del Instituto Cervantes, con adaptaciones a las características de los estudiantes brasileños y las necesidades de los profesores.

Presentamos los dos objetivos generales de ese Plan Curricular (el tercero y el cuarto): 3º Mediante la enseñanza del idioma, promover el acercamiento entre la cultura hispánica y la del país de origen, así como transmitir una imagen auténtica de aquella y colaborar en la destrucción de tópicos y prejuicios; 4º Colaborar en el desarrollo de actitudes y valores con respecto a la sociedad internacional, como el pluralismo cultural y lingüístico, la aceptación y la valoración positiva de la diversidad y de la diferencia, el reconocimiento y el respeto mutuo (SANTA-CECILIA, 1995).

Como vimos en el cuarto objetivo general, existe una preocupación por la cuestión de la diversidad de la lengua española. Este hecho corrobora con lo que estamos proponiendo en este trabajo. El análisis de la presentación de los americanismos en los manuales de E/LE sólo tiene sentido si considerada la diversidad de esa lengua y ese debería ser el primer punto a ser discutido en clase antes de la presentación de ese vocabulario.

Queremos resaltar que lo que fue dicho en la presentación de la obra (Español Básico1) nos lleva a pensar que por lo menos los americanismos - factor que revela la enorme riqueza lingüística del español americano - van a recibir un tratamiento especial, siendo enfocados de forma sistemática en las unidades, una vez que es un manual elaborado exclusivamente para estudiantes brasileños de E/LE. Sin embargo, no es lo que ocurre. No hay una adecuada planificación de ese vocabulario en el cuerpo de las unidades, hecho que nos lleva a clasificarlo en el primer grupo de manuales de Andión Herrero (1997), es decir, aquellos que no presentan los americanismos de forma sistemática.

Como ejemplos, en la 2ª unidad, "La familia de Juan Carlos" (p.42-73), la autora introduce las formas de presentación, saludos, despedidas, nombres propios, apellidos, etc. En la sección "Ahora, practica" (p.57-58), el vocabulario del aula se presenta a través de dibujos. Se hace mención a Hispanoamérica sólo en dos casos específicos: para la palabra "grapadora" se presenta el americanismo "abrochadora", usado en Argentina y para "bolígrafo/ pluma/ lapicero", el término "birome" también de dicho país. Cabe resaltar que no se aclara, por ejemplo, que bolígrafo, pluma, lapicero no son palabras sinónimas, pues no designan los mismos objetos, pero de la forma como son presentados, ilustrados con un único dibujo, se puede pensar que sí.

Hay también algunas palabras como: "celo/cinta adhesiva"; "rotulador/ marcador"; "pizarra/ pizarrón"; "pegamento/ cola", pero sin referencia a su lugar de uso. A propósito, la autora informa que las palabras separadas por barras son todas variantes del español americano. Aclara, aún, que en ciertas ocasiones, se indica la procedencia geográfica de la variante, pero cuando eso no ocurre, es que "ellas pueden ser utilizadas indistintamente sin que ofrezcan problemas de comunicación", (Guia didáctica Español, Básico 2, p.47). Esta afirmación de la autora nos parece un poco arriesgada, pues hace una generalización con relación al uso de los americanismos. Hemos tenido la experiencia de oír, en congresos que hemos participado, comentarios de hispanoamericanos afirmando que no conocían determinada palabra como típica de su país, o que la emplean con otro sentido de lo que generalmente se presenta en el manual.

En la 3ª unidad, "De paseo por Pedraza de la Sierra" (p.74-109), los temas destacados son: deletrear; preguntar por la ortografía, la pronunciación; expresar gustos y preferencias; hablar de hábitos alimentares en los países hispánicos; horas, etc. En la sección "Aprende" (p.86), hay una lista con vocabulario sobre comidas referentes a España y a Hispanoamérica, en una perspectiva contrastiva: vocabulario de España: café con leche, café solo, calabaza, chocolate, judías verdes, maíz; vocabulario de Hispanoamérica: perico (Chile), tinto (Colombia), zapallo, chocolatada (Argentina), cauchas (Argentina)/ejotes (México), respectivamente.

Aunque los americanismos presentados están en consonancia con el vocabulario referente al tema "Comida", tratado en la III unidad, la autora no propone ejercicios para practicarlo. Hay sólo la lista con diecinueve palabras que contrastan vocabulario peninsular e hispanoamericano. Tampoco se hace referencia a la bibliografía consultada para una mayor reflexión, por parte del profesor, sobre el tema o la explicación sobre el significado de los americanismos en los diversos contextos.

En la 6ª unidad "¡Menuda sorpresa!" (p.194-223), se presentan las expresiones de sorpresa y alegría, el vestuario y sus accesorios, expresiones usadas por vendedores y compradores, etc. En la sección "Para que sepas" (p.196-198), se trata el vocabulario relativo al vestuario. La única referencia a los americanismos se hace en los siguientes casos: "abrigo" en España es "sobretodo" o "tapado" en Argentina; "cazadora" es "campera"; "traje" es "saco"; "falda" se conoce como "pollera"; "chándal" es "buzo" y "bragas" como "bombachas".

Una vez más llamamos la atención para el hecho de que la autora no indica los países en todos los ejemplos que ofrece. Veamos algunos casos: "americana/ chaqueta/ saco"; "jersey/ pulóver"; "camiseta/ remera"; "vaqueros/ jeans"; "albornoz/ salida de baño"; "bañador/ traje de baño/ malla"; "sujetador/ sostén/ ajustador/ corpiño"; "pantys/ leotardos". Todas esas palabras se presentan como sinónimas pero ni todas designan las mismas prendas del vestuario. Esas generalizaciones hacen que los alumnos no reciban las informaciones de manera contextualizada.

Esas características, por lo tanto, nos llevan a clasificar Español:Curso de Español para hablantes de portugués (Básico 1),como perteneciente al primer grupo de materiales didácticos propuestos por Andión Herrero (1997). Nos parece curioso que un material elaborado para enseñar español para brasileños, que afirma preocuparse por nuestra forma de ser y con la cercanía a Hispanoamérica, la trate tan superficialmente, sin presentar, de forma comunicativa, los americanismos.

Estamos de acuerdo con Andión Herrero (1997), que no se debe sólo llamar la atención para el uso contrastivo de palabras utilizadas en España e Hispanoamérica cuando tratamos con los americanismos. Es importante que el alumno sepa que el español americano - de la misma forma que el peninsular - es diverso en su unidad, común en las diferentes regiones y divergente en el significado, pero no en la forma. El alumno necesita tener en cuenta esos diversos matices del idioma que está aprendiendo. Por lo tanto, es necesario abarcar el fenómeno de la variación lingüística dando muestras - lógicamente no exhaustivas - de su complejidad. Pensamos que la variación lingüística debe tratarse desde los niveles iniciales de la enseñanza/aprendizaje de E/LE. Los estudiantes deben ir gradativamente tomando conciencia de esa realidad que nos involucra a todos, el español de América.

Según esa autora, el tratamiento folklórico dado por los autores de manuales de E/LE a los americanismos está muy lejos de cualquier intención de incorporar esta variedad al vocabulario activo del aprendiz de lengua española. Al adoptar esta postura, los autores demuestran una actitud basada en la concepción formalista del lenguaje, no considerando que el estudio de vocabulario debe estar en consonancia con el uso de la lengua en situaciones reales de comunicación.

A modo de conclusión, podemos afirmar que la competencia sociolingüística relacionada con el uso de los americanismos sólo se efectivará con un mayor contacto entre aprendices y nativos, en un proceso de inmersión cultural, o con input fornecido en clase a través de materiales que ofrezcan muestras reales y contextualizadas de esa diversidad léxica del español. Por tanto, el papel de los autores de manuales, que presentan este tema, es sistematizarlo de manera planificada y con propuestas de actividades comunicativas. De esa forma, el aprendiz brasileño estará preparado para usar la variante hispanoamericana de manera eficiente y adecuada.

An. 2. Congr. Bras. Hispanistas Oct. 2002 LÍNGUA ESPANHOLA
Cleidimar Aparecida Mendonça e SilvaI; Lucielena Mendonça de Lima - II - IUCC IIUFG
NOTA: Recogido por Methodo Idiomas, con fines educativos en la enseñanza de E/LE.
Estrategias de comunicación y desarrollo de la autonomía
en las clases de Español como Lengua Extranjera (ELE):
                                ¿moda o necesidad?      


Hablar de comunicación oral en el E/LE y pensar en el empleo de estrategias de comunicación y en términos de autonomía devienen, en los momentos actuales, en componentes inseparables en el empeño de los profesores por enriquecer la práctica docente. El presente trabajo invita a la reflexión en torno a las relaciones que se establecen entre ambos elementos, en un acercamiento a una latente preocupación: cómo propiciar en los estudiantes el desarrollo de un aprendizaje mucho más autónomo en las clases de E/LE, y en qué medida la potenciación de las estrategias de comunicación se constituyen en alternativas efectivas para el logro de este objetivo.

El desarrollo de la competencia comunicativa emerge como una necesidad vital en la enseñanza de lenguas extranjeras. Y si de potenciar habilidades y competencias se trata, hay que tener presentes algunos conceptos y aportaciones muy en boga en los momentos actuales. Hablar de comunicación oral en el Español como Lengua Extranjera (ELE) y pensar en el empleo de "estrategias" y en términos de "autonomía", se están convirtiendo, más que en palabras de moda, en componentes inseparables en el empeño por enriquecer la práctica docente.

A pesar de que estamos ante términos llevados y traídos en el campo de los estudios actuales, el hecho de estar en "boca de todos" no constituye óbice para que sean empleados de modo trivial o simplista por algunos profesionales de la enseñanza. Sin embargo, más que sumergirnos en intentos de clarificación conceptual, el propósito se dirige a reflexionar en términos de relaciones en un acercamiento a una preocupación latente: cómo propiciar en los estudiantes el desarrollo de un aprendizaje mucho más autónomo en las clases de ELE. 

Estrategias de comunicación (EC) y autonomía: ¿armonía pedagógica?

Preparar al estudiante para que sea capaz de interactuar oralmente fuera del marco restringido del salón de clases, implica formarlos para un desempeño satisfactorio en cuanto a resolver problemas, tomar decisiones o establecer contactos sociales con el nativo. Justamente, las exigencias de un proceso docente, como lo constituye la enseñanza de una lengua extranjera, demanda la necesidad de la inclusión de elementos que contribuyan a que el aprendiz emplee EC para solventar las dificultades que se le puedan presentar durante la comunicación, al tiempo que desarrolle sus habilidades no sólo para el uso de estas alternativas, sino también para fomentar su auto-aprendizaje.

La comunicación se convierte en el estudiante, más que en una motivación, en una necesidad. Múltiples son las situaciones que a diario envuelven a los aprendices en contextos extradocentes, en las que a menudo adolecen de algún vocablo o expresión lingüística indispensable para un intercambio satisfactorio en lengua extranjera. ¿Qué hacer, entonces, ante ese desequilibrio inevitable entre lo que enseñamos en las clases y los recursos que precisan nuestros alumnos para interactuar de forma eficaz? Paliar esas dificultades precisa de alternativas efectivas. Y el uso de estrategias de comunicación es, justamente, una de las herramientas más útiles para cubrir el vacío entre las necesidades comunicativas y los limitados recursos de que dispone para lograrlo.

La preocupación por las EC es el resultado del interés, que en el marco del proceso de enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras, han suscitado los modelos de enseñanza centrados en el alumno, dada la necesidad, cada vez más creciente, de que éstos desarrollen su competencia comunicativa en la lengua meta. "Está comprobado que un mayor uso de estrategias influye en el grado de dominio obtenido (...) y en su importancia de ganar control sobre las destrezas (...)" (López, 1997). De ahí se desprende la relación que se establece entre el desarrollo de las estrategias y la autonomía, entendiendo las primeras como método eficaz para el logro del éxito de la segunda; al tiempo que constituyen movimientos pedagógicos que se armonizan dialécticamente: el logro de la autonomía pasa por el empleo de EC, y el desarrollo de EC conduce a la autonomía en el acto comunicativo.

Sin embargo, el solo empleo de estos recursos para el logro de la autonomía resulta insuficiente si no implica necesariamente tres conceptos inseparables en esta perspectiva didáctica: la responsabilidad, la motivación y la reflexión. Que el aprendiz asuma la responsabilidad de su propio proceso, y que llegue a considerar que éste tiene carácter de dirección deviene en un elemento primordial a tenerse en cuenta en el tratamiento de EC en el proceso de enseñanza-aprendizaje de una lengua extranjera (LE). Es decir, el alumno debe ser capaz de tomar decisiones necesarias para llevar a cabo el aprendizaje autónomo en contextos disímiles y en situaciones comunicativas que exijan de él la puesta en práctica de alternativas para suplir los problemas que puedan surgir durante la interacción.

Allwright (1979, citado por Jiménez, 1994) entiende por enseñanza responsable "aquella en la que el profesor comparte las tareas con el aprendiz". Por su parte, Holec (1985, citado por Jiménez, 1994) dice que "la responsabilidad puede ser considerada como algo estático, un producto acabado. Una vez alcanzado este estado, el aprendiz es responsable de la definición de todos y cada uno de los aspectos del aprendizaje. La aceptación de tal responsabilidad significa que el aprendiz tendrá que determinar en cada una de las operaciones la naturaleza de la decisión y tomar dicha decisión". Para lo cual –considera- es necesario que "el aprendiz sepa cómo tomar las diferentes decisiones y que exista una estructura de aprendizaje en la que el control sobre el mismo pueda ser ejercido por el aprendiz" (Holec, 1985, citado por Jiménez, 1994).

Si bien la responsabilidad se considera por los autores como algo estático (Holec) y como una necesidad de "negociación" entre el aprendiz y el profesor (Allwright), es evidente que la aceptación del término "responsabilidad" debe ser valorado como un proceso progresivo y gradual a medida que el alumno va capacitándose para asumirlo, y que contribuye al desarrollo de la autonomía. La responsabilidad, implica una toma de decisiones por parte del alumno que aprende una LE, no sólo en cuanto a convertirse en protagonista de su propio proceso de adquisición, sino también debe ser valorado como una posición de autocontrol estratégico ante una necesidad inmediata de interacción comunicativa; lo que implica también un alto grado de motivación.

Esta constituye otro de los componentes importantes en esta inseparable relación con la responsabilidad. La motivación por ejercer la comunicación ha devenido siempre en centro de interés de los alumnos de LE, y en motivo de preocupación de los profesores ante la necesidad de que aquéllos sean capaces de desarrollar las habilidades orales fuera del contexto docente. "Si a un aprendiz se le permite y se le da la posibilidad de crear lengua sobre la base de sus motivos personales para conseguir competencia y autonomía, sin lugar a dudas, dicho aprendiz tendrá más oportunidad de éxito que si se convierte en un aprendiz dependiente de recompensas externas para el desarrollo de su motivación" (Jiménez, 1994); lo cual lleva implícito la toma en consideración de las necesidades e intereses de los alumnos durante el proceso.

La enseñanza-aprendizaje de EC puede contribuir a que los aprendices alcancen seguridad y auto-confianza en sus intentos de comunicar con los recursos que éstas les aportan, lo que incide en su motivación para aprender y usar la lengua meta (Manchón, 1998, citado por Martín, 2000). El estímulo o la necesidad para el acto de hablar compulsa el desarrollo de herramientas para efectuar este intercambio. Así que en el caso de que no se entiendan los alumnos y se estanque el diálogo, tendrán que recurrir a estrategias para entenderse mejor y obtener la información deseada. Como bien plantea Kremers (2000): "Un diálogo es mucho más que una secuencia ordenada de frases. Es más bien una dinámica interactiva porque la comunicación no es un proceso lineal, sino simultáneo". Y en este proceso interactivo la relación EC-motivación se manifiesta de manera simultánea: el desarrollo de las primeras incide en la motivación para comunicarse; y al mismo tiempo, esa motivación por hablar estimula la utilización de recursos alternativos para paliar las deficiencias que puedan presentarse en el acto comunicativo.

Sin embargo, la simple explicación por parte de los profesores de la importancia del uso de EC para resolver un determinado problema comunicativo no es suficiente para que los estudiantes las empleen de manera adecuada en aras del logro de un desarrollo autónomo. Otro aspecto importante es que el aprendiz conozca "qué estrategias utiliza, en qué situación y con qué objetivo, y por consiguiente, que sea consciente de lo que hace y para qué lo hace, o a la inversa, que conozca su objetivo y que entonces decida los procedimientos que le ayudarán a conseguirlo del modo más eficaz" (Martín, 2000).

El sentido de la responsabilidad y la motivación, si bien son primordiales durante la dialéctica del proceso, no son suficientes si no existe un conocimiento del mismo. Sólo mediante un proceso de reflexión continua y conjunta, alumno- profesor, favorecerá la actuación estratégica y les ayudará a ambos a transferir esa actuación a otros contextos, haciéndolos más independientes; en el caso de los primeros, y a un entrenamiento cognitivo más acertado a partir de hacer explícitos los pasos seguidos en la ejecución de una determinada tarea, en los segundos.

La reflexión permite al alumno convertirse en su propio crítico, evaluar el proceso, una idea o la solución a un determinado problema comunicativo. A partir del distanciamiento que se produce durante la reflexión se pueden detectar, por parte del aprendiz, cuáles son los aspectos o áreas en las que presenta una mayor dificultad. Y justamente, el poder identificar acertadamente estas áreas conflictivas le permitirá utilizar los recursos más apropiados para darle solución.

La reflexión se enlaza de manera directa con la conciencia, como una de las características más importantes y controvertidas de las EC; pues la adquisición de un mayor grado de conciencia acerca de los éxitos o fracasos en el aprendizaje incide, de manera decisiva, en la motivación del alumno por el mismo. Significa considerar la búsqueda y práctica de las EC como un medio de preparar al estudiante para una mayor eficacia en la práctica de la interacción oral, al tiempo que contribuye a que active en sí mismo el propio proceso de aprendizaje y la adquisición de la autonomía en la lengua meta. "La reflexión es el elemento clave que va a facilitar el desarrollo de la metacognición y el conocimiento de otras formas de enfrentarse a una misma tarea" (Jiménez, 1994).

Podemos concluir que el proceso de adquisición de la autonomía debe ser entendido como un desarrollo progresivo que evoluciona del control absoluto del profesor sobre la actividad, hacia el control absoluto por parte del aprendiz. Esto se traduce en disposición y responsabilidad de actuación de este último con vistas a convertirse en protagonista principal en cualquier contexto comunicativo, lo que lleva implícito, también, un alto grado de motivación por resolver determinados problemas que aparecen en la interacción oral a través de recursos alternativos (EC). Esta actuación responsable y motivada es posible, además, si se ha desarrollado una conciencia del proceso a partir de la reflexión de lo que debe hacer para resolver las deficiencias o limitaciones en la interacción fuera del contexto docente. Esa capacidad autónoma en al acto comunicativo, por consiguiente, se armoniza dialécticamente con el desarrollo de la competencia estratégica y la relación entre responsabilidad, motivación y reflexión en el proceso de enseñanza-aprendizaje de EC.

Desarrollar la autonomía en ELE a través de estrategias de comunicación.

Asumir el concepto de autonomía en términos de responsabilidad personal sobre la base de considerar el componente motivador y la toma de conciencia acerca de que la validez del empleo de EC, mejora no sólo el aprendizaje, sino la capacidad comunicativa de los aprendices fuera del contexto docente, implica una dimensión de compromiso social, pues guarda una estrecha "relación dialógica" (Sonsoles, 2001) con la comunicación. Se trata de un proceso interactivo donde se entrecruzan de manera dinámica las decisiones personales de los participantes, en un esfuerzo de mediación que contempla las diferencias culturales y los aportes de unos y otros en un discurso común.

Constantemente, en este proceso de intercambio social, los estudiantes se ven en la necesidad de darle solución a los problemas comunicativos que se le presentan a partir de activar, de forma más o menos consciente, mecanismos o estrategias en una búsqueda ingente de negociación externa e interna, que permita la efectividad de estos mecanismos de uso. Si a esto se suma la imposibilidad de predecir las diversas situaciones comunicativas en las que se verán inmersos los alumnos, lo que se traduce en no poder ofrecer, todos los recursos lingüísticos necesarios para ello; entonces, "la razón de incentivar el uso de EC en las clases de ELE encuentra toda justificación" (Manchón, 1993). Se trata, por consiguiente, de asumir una perspectiva diferente y renovadora en las concepciones del proceso de enseñanza-aprendizaje del ELE, orientada hacia una complementación armónica de dos objetivos esenciales: potenciar el desarrollo de la autonomía de los estudiantes y propiciar un entrenamiento personalizado que permita el empleo consciente de esos recursos estratégicos que contribuyan a una evolución favorable en cualquier contexto.

¿Qué hacer, entonces, para lograr esta armonía pedagógica entre las estrategias de comunicación y el desarrollo de la autonomía en las clases de ELE?

En tal sentido, crear condiciones y actividades de interacción oral adaptadas de forma que los estudiantes realicen un trabajo de autopreparación en cómo usar EC, constituye una alternativa viable para este fin: 

a. Crear condiciones de interacción oral.  Proporcionar contextos de negociación y reflexión en el proceso que se desarrolla, es una necesidad insoslayable en las clases de ELE. Al alumno hay que ofrecerle espacios que aumenten las posibilidades de que gane control sobre las EC y ejerza su autonomía, por lo que, estimular el desarrollo de la motivación, la autoestima y las capacidades, a partir de la creación de un clima favorable y una atmósfera de confianza y de comunicación, deviene en imperativo real en los momentos actuales.

La orientación de tareas extradocentes y proponer proyectos (de grupos o individuales) o actividades que sean desarrolladas por los aprendices que faciliten el intercambio oral durante la clase, constituyen acciones concretas fácilmente aplicables en nuestra labor cotidiana como profesores de ELE que, no obstante su carácter de perogrullo, en muchas ocasiones, no son lo suficientemente aprovechadas en aras de crear condiciones que favorezcan la comunicación.

b. Crear actividades de interacción oral.   Littlewood (1981) clasifica estas actividades en dos tipos: en actividades de comunicación funcional y actividades de interacción social. Entre las primeras, este autor incluye aquellas en las que los estudiantes tengan que resolver problemas, "obtener información y en las que lo más importante es transmitir significados del modo más eficaz posible (...) con cualquier recurso que tengan a su alcance" (Littlewood, 1981).

En cuanto al segundo tipo de actividades se remite al tema de la adecuación, en tanto crear actividades que hagan que el estudiante seleccione la lengua teniendo en cuenta el contexto social en el que se desarrolla la interacción.

A partir de considerar esta división, sobresale la importancia de convertir nuestras clases de ELE en contextos propicios para lograr armonizar la funcionalidad y la adecuación sobre la base del empleo de EC, en un trabajo coherente que contemple la inclusión de habilidades que potencien este uso estratégico, ya que el éxito de la comunicación no depende sólo de cuánto conocimiento lingüístico se posea de la lengua meta, sino también de cuán eficaz se sea para maniobrar y guiar la conversación de acuerdo a la situación específica.

Es conveniente, por tanto, convertir la clase en contexto de interacción social donde se propicien actividades lúdricas que potencien el trabajo con EC "cómo maniobrar con largos turnos de conversación, saber cómo se interrumpe a otra persona, cómo se cambia de tema" (Barroso, 2000), o cómo percibir si lo que se dice está siendo comprendido correctamente. De la misma forma, el tratamiento de situaciones disímiles en las que los estudiantes se verán inmersos en el entorno social, implica que hay que valerse, inteligentemente, de actividades de simulación, juegos de roles, situaciones auténticas y dramatizaciones, que además de propiciar el dinamismo y la creatividad al proceso, permitan la puesta en práctica, de manera espontánea, de los recursos comunicativos para conseguir entender y ser entendido, sin prestar atención a que el discurso pueda o no estar correcto lingüísticamente en términos de lengua extranjera.

"También son muy efectivos los debates, como otro tipo de actividad que utiliza el contexto docente como espacio interactivo" (Barroso, 2000), que se orienten de forma tal que los estudiantes ofrezcan sus opiniones, experiencias, criterios, aprovechando las oportunidades que tienen a su disposición, de utilizar, siempre que lo necesiten, recursos alternativos estratégicos para paliar las dificultades lingüísticas, que le permitan expresarse y hacerse comprender.

Todas estas propuestas pueden ser adaptadas a los tres niveles de enseñanza y a las necesidades específicas de cada grupo y estudiante a partir de la negociación y la flexibilidad de la dinámica del proceso de enseñanza-aprendizaje, de manera que el profesor ofrezca posibilidades y opciones, "cediendo pequeñas parcelas de responsabilidad a los aprendices" (Bosch, 1999), sin imposiciones. Se trata de estimularlos a que aprendan y usen la lengua de la manera en que les resulte más útil y atractiva, en un esfuerzo común por conocer y aplicar las EC más pertinentes de acuerdo a las situaciones y contextos problémicos, con lo que hacemos que los alumnos activen, con el empleo de estos recursos, su propio aprendizaje y adquieran cada vez más autonomía para utilizar eficazmente la lengua meta. Aspecto éste, que se constituye en imperiosa necesidad ante las perspectivas actuales del ELE.
Lograr una relación armónica y coherente en el empleo de estrategias de comunicación para contribuir a potenciar la autonomía, constituye sin dudas, una tarea impostergable en el desarrollo de una dinámica docente encaminada a un proceso formativo que se proyecte por un aprendiz competente en lengua extranjera.

En tal sentido, hacer que el estudiante asuma la responsabilidad de su propio aprendizaje sobre la base de un proceso reflexivo y consciente que no niegue el factor motivacional, que debe estar presente en la medida en que el aprendiz se vaya convirtiendo en protagonista principal de su formación, emerge como condición indispensable a tener presente en los enfoques actuales de la enseñanza del ELE.



Propiciar un entrenamiento personalizado en estrategias comunicativas que permita un empleo consciente por parte del alumno de estas alternativas para convertirse en hablantes competentes y autónomos en cualquier contexto, implica crearles condiciones favorables durante el aprendizaje, que permitan desarrollar actividades interactivas, y opciones flexibles y dinámicas, que estimulen la creatividad y el empleo de recursos estratégicos en aras de una funcionalidad y eficacia comunicativa.


LA LENGUA MATERNA
Y LAS LENGUAS NO NATIVAS

Marta Baralo

Una vez que se ha desarrollado la capacidad para el lenguaje a través de una lengua determinada, la LM o L1, el individuo ha adquirido una competencia lingüística y comunicativa que le servirá para interactuar con sus semejantes, para construir su mundo interior a través de sus percepciones, sus emociones, su inferencias, para organizar su pensamiento, y en general, para desarrollarse como se humano. Pero la capacidad para adquirir otras lenguas quedará disponible, y cada uno la desarrollará según sus circunstancias vitales. Todas las lenguas que aprenda después de haber adquirido la LM se podrán considerar segunda lengua (L2) o lengua extranjera (LE).

Lengua Segunda (L2) y Lengua Extranjera (LE).
Estos dos términos no se refieren a la misma cosa, aunque a veces puedan usarse como sinónimos. En los trabajos de investigación de adquisición de lenguas, suele llamarse L2 a la lengua que se aprende en comunidades que disponen de dos sistemas lingüísticos en contacto, sea en situación de bilingüismo o de disglosia. Con L2 nos referimos a una lengua que se adquiere en un contexto natural, no sólo institucional, sin grandes esfuerzos de estudio, de forma parecida a como se ha adquirido la LM en muchos aspectos -claro que nunca será igual el proceso, porque cuando se adquiere la L2 ya se posee el conocimiento y la experiencia de la L1. En el caso de un niño catalán, que crece en una familia de habla catalana, y luego aprende el español, lo habla con sus compañeros, lo estudia y lo practica en algunas horas del colegio, podemos decir con toda claridad que el catalán es su LM y el castellano su L2. Si ese mismo niño estudia inglés en el instituto, durante unas horas semanales, sólo en ese contexto institucional, tenderemos a considerar que su inglés es una LE. Ahora bien, si son muchas las horas en que interactúa en inglés -en un colegio bilingüe, por ejemplo- y pasa algunas vacaciones en una ciudad de habla inglesa, nuestro sujeto habrá adquirido una cierta competencia comunicativa en inglés que nos llevará a considerarla otra L2, más que una LE.

Con esto queremos decir que no está claro cuáles son las fronteras entre lo que se llama L2 y LE, aunque en general se tiende a llamar L2 la lengua no nativa, adquirida siendo niño o joven, en un contexto natural, y se deja el término LE para referirse al caso del aprendizaje en contexto institucional, y siendo más bien adulto.

Diferencias en el proceso de adquisición de la LM y de la LE.
Es fácil intuir que existen diferencias y similitudes entre ambos procesos, tanto en el individuo que aprende como en las condiciones en que tiene lugar el aprendizaje. Determinar en qué se parecen y en qué se distancian ambas puede ser de gran utilidad para comprender el proceso de enseñanzaaprendizaje de una LE, con el objeto de conocer mejor las estrategias del que aprende y diseñar una actuación didáctica más eficaz.

Empezaremos por señalar las diferencias más externas y evidentes entre la adquisición de la LM y de una LE, para analizar después las diferencias cognitivas que subyacen a la construcción del conocimiento de L1 y de L2.

Es muy distinto el proceso de apropiación de la lengua si atendemos a las variables de edad (niño, adolescente, adulto) y de contexto (natural, formal), es decir, si nos referimos a la adquisición de una lengua extranjera por adultos y fuera del contexto en el que se usa como instrumento de comunicación de la comunidad idiomática y por adultos dentro de un contexto natural, frente a la adquisición de la LM. Veamos algunas de estas diferencias con más detalle.

Edad.
Se ha dicho tradicionalmente que los niños tienen la facultad de aprender una lengua de manera mucho más exitosa que un adulto. O al revés, con demasiada frecuencia se piensa que los adultos no son capaces de adquirir una lengua extranjera (LE), al menos, con las mismas probabilidades de éxito que los niños. Se ha hablado hasta el cansancio de la existencia de un periodo crítico, situado alrededor de la pubertad, que de alguna manera cierra las posibilidades de adquirir otra lengua (Lenneberg, 1966). Algunos investigadores han llegado a la conclusión de que, al menos ciertos aspectos del conocimiento lingüístico, como la sintaxis y la fonología, son casi imposibles de adquirir después de ese periodo crítico y han mostrado casos de niños aislados, en condiciones extremas, que no fueron capaces de adquirir un dominio de la LM semejante al de todo hablante nativo, cuando fueron integrados en una comunidad idiomática después de la pubertad; los datos que nos han llegado, siempre según alguna versión poco científica casi de guionista de cine, no permiten sacar conclusiones definitivas porque no han sido recogidos ni documentados de forma sistemática.

Es verdad que, en general, los adultos que adquieren una LE tienen menos éxito en el dominio final de la lengua que los niños que adquieren su LM. Pero también es cierto que muchos adultos consiguen un dominio excelente de una LE, que les permite resolver cualquier situación comunicativa, y expresarse con mayor riqueza, corrección y adecuación que bastantes hablantes nativos de esa lengua.

Un niño consigue un dominio mucho más exitoso en una L2 en una situación de bilingüismo o en una situación de inmersión lingüística (porque el núcleo familiar se ha desplazado a otra comunidad idiomática en la que él se ha integrado, por ejemplo). En este caso, también el adulto puede conseguir un grado de éxito casi nativo, siempre que se den de forma positiva otras variables importantes, tales como la percepción de la distancia social de la comunidad, la integración en un grupo social de prestigio para el que aprende, la oportunidad de usar la lengua para intercambios satisfactorios sociales, culturales y/o económicos. Sin embargo, no tenemos ninguna constancia de que un niño llegue a un mayor éxito en el dominio de una LE, si la aprende en las mismas condiciones en que lo hace normalmente un adulto, con unas pocas horas de clases semanales y fuera del contexto natural de la lengua meta.

Parece razonable pensar que las notorias diferencias que se dan en las situaciones descritas tienen que ver más con otros factores, algunos externos y objetivos, y otros, intrínsecos del individuo que aprende y más subjetivos, que con una simple cuestión de edad.

Tenemos suficientes datos para aceptar que los adultos consiguen adquirir una LE, con éxito desde un punto de vista comunicativo; que son capaces de construir una competencia gramatical más allá de explicaciones y reglas, a partir de los datos lingüísticos a los que están expuestos; que muestran una producción no finita de enunciados nuevos, gramaticales, construidos de forma creativa; que incluyen en su conocimiento lingüístico un componente deductivo para la lengua meta que va más allá de cualquier conjunto de datos o de cualquier enseñanza explícita. Esto nos lleva a pensar que no hay ninguna razón evidente para proponer que, si bien la capacidad innata de adquisición del lenguaje está disponible para la adquisición de la LM, existe un periodo crítico, definitivo, en la pubertad, que deja inoperantes y pasivos los principios de la dotación genética específica para el proceso de adquisición de una LE, una vez superado este periodo. Más bien, mientras no se encuentre una respuesta más seria y convincente a las cuestiones planteadas, no deberíamos rechazar la hipótesis de que la Gramática Universal, en el sentido chomskiano, de alguna manera sigue disponible para constreñir y guiar ese proceso4.

Exploremos dos ámbitos del conocimiento lingüístico, que normalmente se ponen como ejemplos de las diferencias de adquisición de LM y de LE: la pronunciación, con «acento extranjero», y la sintaxis.

El “acento extranjero”.
En general, los aprendientes adultos de LE tienen acentos más marcados que los que aprenden una LE a una edad temprana. Sin embargo, la adquisición de un habla libre de acento extranjero no depende de que se adquiera la lengua meta antes o después de la pubertad, considerada como el «periodo crítico». Es más, para estar bastante seguro de hablar sin acento, habría que empezar a adquirir la LE antes de los cinco años, ya que en la pubertad no ocurre nada llamativo, o crucial, en la base biológica del sistema motor perceptual de la lengua, ni en la estructura cerebral (la especificación del hemisferio izquierdo, responsable de la capacidad lingüística, ha tenido lugar mucho antes, durante el primer año de vida, por ejemplo)5.

Los estudios de la percepción categórica permiten suponer que, una vez que el niño ha fijado las líneas divisorias que le permiten reconocer los fonemas de su lengua, la capacidad para discriminar otros fonemas no nativos puede verse afectada de alguna manera. Por ejemplo, los japoneses pueden llegar a pronunciar distintivamente las líquidas /l/ y /r/, aunque probablemente no puedan percibir la diferencia acústica entre esos dos fonemas. Pero la manera en que esta capacidad discriminatoria cambia, y se pierde gradualmente en el proceso, no corresponde a la existencia de un periodo crítico en la pubertad, ni tampoco explica muy bien las diferencias entre el acento del niño y el del adulto que aprenden una LE.

Puede haber otras razones, no suficientemente estudiadas todavía, que ayudarían a comprender este fenómeno: por un lado, los niños dedican mucho tiempo a «jugar» con los sonidos lingüísticos, buscando articulaciones correctas, haciendo asociaciones sonoras entre las palabras. Por el contrario, los adultos suelen prestar mucha más atención al significado, a la transmisión del mensaje, y se interesan más por las estructuras multisilábicas y por su morfología y sintaxis. Por otro lado, existe una cierta pérdida gradual de la plasticidad del organismo para ciertas habilidades motoras, según van pasando los años; entre ellas podría encontrarse la habilidad articulatoria, que se va haciendo más rígida para la producción de sonidos que no existen en la LM y que nunca se han pronunciado ni discriminado auditivamente.

Otro ejemplo claro de que no hay pruebas convincentes sobre la existencia de un periodo «crítico» que convierta la edad en un factor decisivo para la adquisición de una LE es el conocimiento sintáctico que se refleja en la competencia no nativa.

La adquisición del conocimiento sintáctico del español/LE.

La defensa de la existencia de una Gramática Universal que permanece disponible, aunque sea parcialmente, para la adquisición de una LE por adultos, supone que los principios de esa dotación genética constriñen las hipótesis del aprendiente de una LE acerca de qué dimensiones, o qué valores paramétricos, restringidos, son relevantes en la gramática posible de esa lengua. La Gramática Universal, por tanto, al guiar las hipótesis posibles, proporciona importantes consecuencias deductivas para la construcción de la gramática de la lengua meta. Hay que tener en cuenta que esta teoría no dice nada sobre los niveles de dominio final adquiridos y alcanzados por niños o por adultos. Esencialmente, el modelo intenta dar una respuesta a las cuestiones de qué sabe un hablante no nativo cuando es capaz de comunicarse en una LE y cómo adquiere ese conocimiento, a pesar de la indeterminación de los datos de la cadena fónica, y del papel secundario de la «evidencia negativa», esto es, de la corrección y de la instrucción formal.

Veamos algunos ejemplos en el ámbito de la sintaxis. Ningún hablante no nativo de español produce enunciados como a) en vez de b):

a) -*¿Está el niño, que contento, está en la casa?

b) -El niño, que está contento, está en la casa.

El aprendiente de E/LE puede haber descubierto que para formular una interrogación debe pasar el verbo al comienzo de la oración, como en:

c) -¿Está el hombre en la casa?

Se pregunta cómo podría formar la interrogativa de b) y podría llegar a la conclusión de que debe llevarse el primer verbo al comienzo del enunciado. El resultado sería la oración a). ¿Por qué no lo hace? Habrá llegado a la conclusión de que, para interrogar, tiene que llevarse al comienzo el último verbo del enunciado, de lo que resultaría la interrogación correcta:

d) -¿Está el niño, que está contento, en la casa?

Por supuesto esa hipótesis también sería falsa, aunque en este caso funcione, porque le podría llevar a generar enunciados como e) a partir de f):

e) -*¿Publicó el profesor recomendó un libro que en Francia?

f) -El profesor recomendó un libro que publicó en Francia.

Dicho brevemente, lo que ocurre, en realidad, es que el hablante «sabe», aunque nadie se lo haya explicado, que el orden de las palabras no es lineal, sino dependiente de la estructura sintagmática, esto es, de las relaciones de rección y dependencia entre los constituyentes6. Y esta regla es mucho más compleja y abstracta, desde el punto de vista computacional, que las anteriores que el aprendiente hubiera podido inferir, pero que no lo hizo. En términos más precisos, el hecho de que no produzca enunciados del tipo a) y e) pone de manifiesto que el hablante «conoce» -inconscientemente, por supuesto- la categoría de las palabras, las reglas de dependencia estructural de los sintagmas, la estructura de los sintagmas que siempre se proyectan a partir de su núcleo, y la regla de construcción de las interrogativas, entre otros muchos aspectos del español que se necesitan para producir algo tan simple como esa pregunta.

¿Quién le enseñó todo esto? ¿Lo pueden explicitar los hablantes nativos sin estudios de Lingüística? ¿Están estas explicaciones en los manuales de español para extranjeros (E/LE)? ¿O las damos los profesores en las clases? Todas estas preguntas resultan retóricas, dado que las respuestas son siempre negativas.

Contexto y situación.
Normalmente, el aprendizaje de una LE ocurre dentro de un contexto institucional, artificial, donde no se percibe una necesidad comunicativa auténtica, como en la lengua materna. Para el niño, la LM es un conocimiento que crece sin esfuerzos, sin que se dé cuenta, mientras que el adulto debe hacer esfuerzos, estudiar, repetir, memorizar, mediante ejercicios. No es lo mismo aprender los elementos léxicos en un contexto comunicativo real, donde la situación proporciona una gran cantidad de información referencial y permite que se construya el concepto designado con todos los rasgos semánticos que lo constituyen, que la situación ficticia del aula, donde se puede recurrir a la definición del diccionario, o a la explicación del profesor. El camino que recorre un hablante no nativo hasta que consigue dominar la lengua objeto y comunicarse eficazmente con ella es bastante diferente del camino recorrido por el niño, ayudado por sus padres o por los «expertos» que lo rodean.

Varía el contexto en el que se llevan a cabo los actos de habla, la actitud de los mayores hacia el niño, el estilo de la lengua «maternal». No es lo mismo aprender una lengua dentro de un aula, mediante la simulación de objetos, situaciones y personajes, que aprenderla como un miembro más del mundo real, con toda la información referencial necesaria para que se dé un acto de habla cooperativo y eficaz. Los mayores funcionan como expertos que facilitan la tarea al niño. Las palabras que aluden de forma directa y sencilla a la realidad extralingüística que lo rodea, contienen toda la información referencial necesaria para construir el conocimiento léxico correspondiente; el descubrimiento de reglas y de regularidades del sistema gramatical deviene de la sencillez de las estructuras y de su claridad. Además, el habla maternal incorpora al niño como interlocutor activo en el acto de habla mucho antes de que realmente lo pueda ser. Este estilo de comunicación tan facilitador va cambiando a medida que el niño crece y empieza a utilizar más palabras y estructuras de la lengua que está aprendiendo.

El proceso de adquisición será muy diferente si tiene lugar en un contexto institucional, con unas horas de clases semanales, en las que se realiza una práctica formal y alguna práctica funcional con sus compañeros de aula, sin tener ni necesidad ni oportunidad de comunicarse con hablantes nativos, que si ese proceso de adquisición se lleva a cabo en contextos naturales y apoyado por el estudio y la ejercitación. No olvidemos que ambos tipos de entrenamiento contribuyen a la construcción y consolidación de conocimientos diferentes: un conocimiento explícito, descriptivo, con la atención puesta más en la forma que en el contenido, en el caso de la práctica formal; un conocimiento intuitivo, no consciente, que se activa cuando el foco de atención se dirige a la transmisión o interpretación del contenido del mensaje, en la práctica funcional.

Otra diferencia importante de la situación de aprendizaje tiene que ver con la libertad que tiene el niño para no contestar cuando le hablan, quedarse en silencio, limitarse a hacer un gesto, o quedarse tan tranquilo sin ningún tipo de respuesta. El adulto no puede permitirse esta libertad porque su silencio sería interpretado como muestra de un comportamiento pragmático inadecuado, descortés y produciría irritación en el interlocutor y un gran nerviosismo en sí mismo.

Éxito final.
La adquisición del conocimiento gramatical en el hablante nativo es indiscutible; desde muy pequeño construye oraciones con el orden estructural correspondiente, y de la misma forma, sin distinción, que cualquier otro hablante nativo, a diferencia de lo que ocurre entre los que aprenden una lengua extranjera. El conocimiento lingüístico nativo se caracteriza por su certeza, por la consistencia firme de sus juicios intuitivos con respeto a lo que «se dice o no se dice», o lo que «suena bien o suena mal» en una lengua determinada, mientras que los hablantes no nativos presentan una mayor variabilidad en sus producciones y en sus percepciones lingüísticas.

Los aspectos más difíciles de aprender, y que un no nativo casi nunca llega a dominar, no corresponden a los principios universales comunes a todas las lenguas, sino justamente a los rasgos más idiosincrásicos, más específicos de la lengua objeto. Por ejemplo, todo aprendiente de español adquiere en los primeros estadios la expresión de la atribución de una cualidad a un nombre mediante el uso de los verbos ser y estar, principalmente. El problema que se da en prácticamente todos los hablantes no nativos es que no pueden distinguir por qué es posible es feliz / está feliz, pero no es posible *es contento / está contento. Quizá le falta información contextual como para poder completar la adquisición léxica del adjetivo contento, con su rasgo semántico de expresión de un estado resultante de un cambio, producido por alguna causa, rasgo que no tiene el adjetivo feliz, aunque comparta con él otros rasgos denotativos. Claro que esta falta de firmeza en ciertos aspectos del conocimiento lingüístico no significa que no puedan alcanzar una competencia comunicativa, muchas veces más adecuada y eficaz que la de un nativo.

Motivación.
Como en todo aprendizaje, la motivación determina que se produzca realmente una apropiación del conocimiento o que ese conocimiento no se arraigue. Si el interés y la necesidad por adquirir una lengua nueva son fuertes, el proceso de adquisición de la LE seguirá pasos certeros y avanzará gradualmente. Si, por el contrario, no existe una motivación verdadera, lo que se aprende se quedará en la memoria a corto plazo y desaparecerá fácilmente.

En el caso del niño que adquiere su LM no existe este problema; la adquisición se produce casi de forma instintiva, para cubrir una necesidad básica, inherente al individuo, sin que se pueda plantear siquiera la existencia o no de la motivación para adquirirla. En el aprendizaje de una LE, la motivación y el interés están estrechamente relacionados con la percepción de la distancia social y psicológica del aprendiente de una LE, con respecto a los otros miembros nativos de esa comunidad idiomática, y a sus necesidades, objetivas y subjetivas, de integración en la sociedad de la lengua meta. Cuanto mayor sea la distancia social entre los dos grupos, mayor será la dificultad del no nativo para adquirir la nueva lengua si la relación de la sociedad que la habla es de dominación, en cuestiones políticas, culturales, técnicas y/o económicas, sobre la comunidad de la LM del aprendiente. Como ejemplo de la incidencia de la percepción de distancia social en el proceso de adquisición de una LE, se puede comparar el nivel de dominio que alcanza normalmente un grupo de inmigrantes de países pobres a ricos, social y económicamente desfavorecidos, frente a un grupo de personas integradas de manera satisfactoria en un colectivo profesional.

A todo ello, debemos añadir las variantes individuales que afectan a cualquier proceso cognitivo, y en especial a la adquisición de una nueva lengua, relacionadas con la personalidad, el carácter, la memoria y las capacidades intelectuales, entre otros.
Todos los profesores de LE hemos pasado por la experiencia, en nuestras clases, de encontrarnos con alumnos parlanchines, simpáticos, desinhibidos, dispuestos a comunicarse utilizando todos los recursos y estrategias a su alcance, que progresan rápidamente en el desarrollo de su competencia comunicativa (y no olvidemos que esto es una fuente constante de retroalimentación y de refuerzo positivo), frente a otros que se inhiben constantemente por múltiples razones que solemos resumir como timidez o miedo al error. Dicho en términos más técnicos, estas variantes individuales afectan de manera directa al uso, o sobreuso, del «monitor» (7), es decir, a los mecanismos de control de la producción o de la interpretación (piénsese en los estudiantes que no son capaces de seguir con la lectura interpretativa de un texto, si no conocen el significado de todas las palabras).

Diferencias cognitivas.
Por otro lado, también desde una perspectiva intrínseca al que aprende, varía su estado inicial y su proceso cognitivo en la apropiación de la lengua meta: el niño no tiene ningún conocimiento previo, mientras que el joven o adulto que aprende una lengua extranjera ya posee el conocimiento de su lengua materna, e inclusive, de otras lenguas que haya ido adquiriendo después. El niño desarrolla o adquiere el conocimiento lingüístico, sin darse cuenta, como un instrumento natural para interactuar con el mundo, en el sentido más amplio del término; ni siquiera podemos decir que esté o no esté motivado, es una necesidad vital que desarrolla con tanta naturalidad como el alimentarse o andar.

Cuando se trata de adquirir una lengua segunda, tercera o cuarta, ya no se trata de la misma necesidad, por más motivado e interesado que esté el aprendiente. Al crecer, el niño desarrolla también otras capacidades cognitivas que pueden entrar en competencia con la capacidad de adquirir la lengua, como la resolución de problemas, la deducción, la inferencia y la memoria compleja. La conciencia metalingüística, es decir, la posibilidad de tratar la lengua como un objeto, es una capacidad que no existe en el niño y no sabemos hasta qué punto puede influir en el proceso de adquisición de una L2 o de una LE.

Otra diferencia cognitiva que ha sido motivo de investigación constante dentro de algunos modelos teóricos de adquisición de lenguas plantea hasta qué punto la dotación biológica, genéticamente especificada para la adquisición del lenguaje, sigue disponible o no, es decir, juega algún papel -y en qué medida- o no, para guiar de alguna manera el proceso de adquisición de la LE, y condicionar las hipótesis que pueda ir construyendo el aprendiente.

El niño está expuesto a los datos de su lengua, gracias a la interacción comunicativa con los que le rodean. Este conjunto de datos disponibles para «entrar» al dispositivo mental de adquisición, constituyen el aducto o input a partir de los que el aprendiente se irá apropiando de la lengua y construirá el andamiaje cognitivo de su competencia lingüística y comunicativa. Gracias a los principios de la Gramática Universal, el niño va identificando, interpretando y almacenando las entradas léxicas, es decir, los segmentos fónicos asociados a una estructura léxico conceptual y a toda la información categorial necesaria, en el lexicón mental (8). Esa competencia le permitirá generar las estructuras sintagmáticas de sus enunciados, proyectando las reglas de su gramática, o sea, las estructuras propias, ya especificadas de su LM (la gramática del español, por ejemplo). Ese conocimiento gramatical de su propia lengua le permitirá producir sus enunciados e interpretar los que escucha, lo que constituye el educto u output lingüístico.

No sabemos qué ocurre en el proceso de adquisición de una LE. Según algunas teorías podemos suponer que los principios de la dotación genética específica del lenguaje están disponibles para ayudar al aprendiente de una LE a construir la competencia lingüística de la lengua meta. Si esos principios ya no estuvieran disponibles, como sostienen otros investigadores, el conocimiento lingüístico que subyace a toda actuación (interpretación y producción) lingüística deberá construirse a través de la gramática de su LM, que ya tiene interiorizada. O tendría que adquirir ese conocimiento de otra manera muy diferente a como adquirió su LM, construyendo un conocimiento más parecido al conocimiento de las matemáticas, la historia, o la música, mediante los mecanismos cognitivos de la inteligencia general.

No es posible dar una respuesta simple y sencilla a todas estas apasionantes y, al mismo tiempo, tan enrevesadas cuestiones. Dependiendo del marco teórico desde el que se las interprete, seguramente tendrán soluciones diferentes. Aun teniendo en cuenta todas las diferencias en el proceso de adquisición de la LM y de la LE que acabamos de presentar, entendemos que las investigaciones hasta ahora realizadas y los datos obtenidos han podido demostrar que existen algunos aspectos de ese proceso de adquisición de la LE que plantean también el problema lógico de la adquisición del lenguaje, en la medida en que el no nativo manifiesta un conocimiento no consciente, abstracto y complejo, en sus producciones.
Por otro lado, hay varios factores que pueden contribuir a variaciones dentro del proceso de apropiación de una lengua extranjera, tales como la personalidad, la motivación, la aptitud y la actitud, los distintos estilos de aprendizaje y la edad en la que se produce, pero el estudio de la variables individuales de la adquisición no es nada fácil de investigar y los resultados de los estudios no son completamente satisfactorios. Esto se debe a la falta de una metodología de investigación de las características individuales y a que estas variables no son independientes unas de otras, sino que interactúan entre sí. Por ello, es difícil hacer predicciones sobre cómo influyen las peculiaridades en el proceso de adquisición de una LE, aunque todos podemos intuir que un profesor sensible y atento a cada una de las peculiaridades de sus alumnos podrá crear en su clase un ambiente que favorezca el éxito del proceso.

Bibliografía:
- Baralo, Marta. (1999): La adquisición del español como lengua extranjera. Madrid: Arco Libros, S.L.


Notas:
-Este tema se encuentra tratado con más ejemplos del proceso de adquisición del español/LE en Baralo (1996a) y del inglés, en Lightbown y Spada (1998).
-Para una mayor profundización sobre estos argumentos se puede leer el articulo de Flynn y Manuel, en Eubank (ed.) (1991).
-El hablante sabe intuitivamente que el verbo que se extrae para formar la oración interrogativa es el verbo de la proposición principal, es decir, el núcleo que rige los otros sintagmas que funcionan como sujeto o como complementos. La oración e) es agramatical porque se ha extraído el verbo de la proposición subordinada.
-Más detalles sobre el concepto de “monitor” en: El Modelo del Monitor, de Krashen.
-El lexicón es el conocimiento de los elementos léxicos (lexemas y morfemas) y de las reglas de formación de palabras que pueden generar palabras nuevas, respetando las restricciones que los afijos imponen a las bases. Por ejemplo, -ble forma adjetivos a partir de verbos transitivos.


OBS.: Recogido por Methodo Idiomas, con fines educativos, en la enseñanza de E/LE.